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jueves, octubre 26, 2006

No será necesario apagar la luz cuando duermas



otra vez esa sensación extraña

veo las cosas como un niño,

sin sensación de ningún terror,

el agua junto a los botes no tiene profundidad

y los peces grises debajo las líneas de flotación

como pájaros

y el sentimiento de alejarme está en su mejor punto

ya no veo adultos por ningún sitio

solo el sonido de un motor que arranca y

gaviotas que se disparan al cielo

y los peces que se juntan y me llaman

intento agarrarlos

pero el agua apenas está fría

que no se siente

y estoy con ellos

se dispersan cuando entro

cuando muevo los brazos

y de a poco vuelven a acercarse

lentos,

y en el fondo hay más,

y de más colores

y …

y ya no es necesario respirar



gg

26.10.006

lunes, octubre 23, 2006

Imagen en el club, la tierra o el lugar exacto de las palabras perdidas



Un frente con la espuma sobre el borde mismo del fondo del horizonte enajenado por el color plomo de la propia tormenta prefijada entre las subrepticias consolidaciones entre las horas quinta y sexta o en las luces plenas y últimas antes la caída del astro Rey. Del plomo color de la tormenta decía, del color sobre lo final, sobre el final de la imagen y su impresión de agonía sobre el borde de espuma de la playa, la blanca línea móvil junto a su sonrisa coleóptera vagando inexorable hacia la cámara.

gg

22.10.06

sábado, octubre 14, 2006

La gran mascota del escriba



Alfredo, hoy, mi viejo, me dio una sorpresa. Yo sabía que hace un mes atrás, o incluso más, una lagartija se había metido en la casa. La vi primero en mi habitación un día que desperté y estaba posada sobre, o debajo, el rayo de la luz del sol que penetra entre las terrazas por el patio interno. En cuanto me vio desapareció. Algunas otras veces la vi escamoteándose de aquí para allá. Pensaba que él no la había tenido en cuenta, que no la había visto. Pero no fue así. El sabía de ella tanto como yo. Sabía que los días de sol, eso es casi todos, la lagartija asomaba al sol. Allí donde daba, ella aparecía, aunque sea unos momentos. Luego volvía a desaparecer. Pero esta noche él me sorprendió. Nunca hablamos de nada. Nada de nada. Más allá de cómo fue el trabajo y que sabemos de la familia eso y algún etc. Esta noche vino y me dijo, vení.

Dejé lo que hacía que era beber una cerveza. Pero llevé el vaso y lo seguí hasta la cocina. En un rincón donde casualmente nunca ocupamos con botellas o cosas había simulado una pequeña miniatura de playa de arena y dirigió una lámpara de 300 V que emanaba suficiente calor. Y allí, en su arenal, la pequeña lagartija cargaba su generador de calor a piaccere. Me dijo, vi un documental del nacional geografic y decía que necesitaban calor para su sangre. Y me sonrió. Además, fijáte. Les había sacado un ala a varias moscas y a algún mosquito y cada tanto se los echaba cerca y el pequeño y blanqueado reptil se les echaba encima con un movimiento apenas perceptible. Miré a mi viejo como sonreía como si se le hubieran anunciado que ese era su nuevo hijo. Y así sonreía. Eran días repetidos y aburridos allí. Era una vida rica pero tan vacía como esa playa donde vacacionaba la lagartija que un día llamó Rosario no se porque.

gg.

14/10/2006 1:39:03