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domingo, enero 21, 2007






Niños hablando como Shakeaspeare con sus amigos invisibles/


en las rocas húmedas de sal de enero/


busco un hueco donde las olas no estallen/


y pequeños lagartos hacen lugar/


una base tranquila para atracar mi corsario/


y ver costas dominadas por tesoros de minúsculos cofres/


la pequeña nube piloto anticipa tormenta/


pero el ojo del huracán dejé en otro continente/


a 100 pasos de la marea alta/


bajo el bastión de un banco árabe/


durante una noche de octubre/


ojos del celeste del ojo del huracán más celeste/


dominado por azar/


perdido en ley/


las palabras sirven ante un mineral arcano?/


encontré su botella lanzada al mar/


años hacen de tu partida/


deberías conocer tu hijo/


jamás mascaron alguno de proa/


igualará su belleza y fuerza/


i how much to do/


on this lonely island/


but the winds have a salt/


& the ground is impossible to work/


you leave me some October day/


los niños hablan con sus amigos imaginarios/


palabras elegidas/


que aún desconocen/


y alguien jamás enseñó.



g. g.


17.01.006

jueves, enero 18, 2007

Suertes en juegos














Fue el día que la mujer murió jugando en el casino.




Desperté pensando eran las 12 del mediodía y miré el reloj. Todas las agujas indicaban las 12:00:00. Que loco pensé. Y me levanté.




Más tarde me di cuenta que no tenía fuego. La noche anterior rompí el encendedor que tenía y compré uno antes de comer algo por ahí.




Por la tarde eché una siesta y desperté pensando que eran las 4: 44. Y lo eran cuando miré el reloj. Es demasiado, pensé.




Un pájaro golpea el pico en el cristal de la ventana y se va.




Por la noche en un cyber alguien dijo que una mujer murió jugando en el Casino.




Más tarde, en el trabajo, encontré dos encendedores y al salir una chiquilla me esperó para ir por una copa.




Ella derramó unas lágrimas cuando lo hicimos. Sos tan dulce, me dijo. Y se fue.




En la lotería no salió nada de lo que aposté.






















g. g.




15.01.006

miércoles, enero 10, 2007

Mar del Sud









Un perro negro al otro lado de la plazoleta entra a una casa de panqueques, y ladra por uno. Además no tiene una pata.


Un hombre en el café a mi lado ríe y le dice a la niña:


- ¿Porqué llorás?


- No te rías. ¡No! ¡Basta!





Alguien, también cerca, lee en voz alta, lenta y pausada, y en inglés, algo sobre Dios. Lee a alguien que mira el cielo y las nubes esperanzada.





-Jejejeje. Bueno. ¿Qué hicieron hoy?


-Caminamos en la playa, como todos los días. Y entramos al Hotel.


-¿Vieron fantasmas?


-¡Tonto! ¡No lloro por fantasmas!





El perro negro se acerca cruzando la calle. Alguien golpea y clava en un techo, muy fuerte, y muy cerca. Alguien pasa y pregunta a otro si tiene gatos siameses o gatos comunes.


El licuado de durazno se calienta al sol.





-¡Nunca vas a ser mi papá!


La niña sube a la bicicleta y se va. Llora.


-¡Chau Llorona!


Baja la vista al Clarín.


El perro negro se rasca bajo una mesa, también peligrosamente cerca.









g. g.


28.12.006