Los siguientes y anteriores textos e imagenes pueden herir la susceptibilidad de personas susceptibles, ante eventuales quejas ruego disculpen y sepan comprender que ni mi, ni su período de vida es color de rosa. Siempre echo en cara el ejemplo de E. A. Poe, un incomprendido. Ahora odio las comparaciones, pero miren bastante más abajo en este blog si quieren cantos a la vida. Ah, y por favor no recomienden esto a cualquiera. Además, esto esta por cerrar, cansado de banalidades. El autor
lunes, octubre 30, 2006
jueves, octubre 26, 2006
No será necesario apagar la luz cuando duermas
otra vez esa sensación extraña
veo las cosas como un niño,
sin sensación de ningún terror,
el agua junto a los botes no tiene profundidad
y los peces grises debajo las líneas de flotación
como pájaros
y el sentimiento de alejarme está en su mejor punto
ya no veo adultos por ningún sitio
solo el sonido de un motor que arranca y
gaviotas que se disparan al cielo
y los peces que se juntan y me llaman
intento agarrarlos
pero el agua apenas está fría
que no se siente
y estoy con ellos
se dispersan cuando entro
cuando muevo los brazos
y de a poco vuelven a acercarse
lentos,
y en el fondo hay más,
y de más colores
y …
y ya no es necesario respirar
lunes, octubre 23, 2006
Imagen en el club, la tierra o el lugar exacto de las palabras perdidas
Un frente con la espuma sobre el borde mismo del fondo del horizonte enajenado por el color plomo de la propia tormenta prefijada entre las subrepticias consolidaciones entre las horas quinta y sexta o en las luces plenas y últimas antes la caída del astro Rey. Del plomo color de la tormenta decía, del color sobre lo final, sobre el final de la imagen y su impresión de agonía sobre el borde de espuma de la playa, la blanca línea móvil junto a su sonrisa coleóptera vagando inexorable hacia la cámara.
gg
22.10.06
sábado, octubre 14, 2006
La gran mascota del escriba
Alfredo, hoy, mi viejo, me dio una sorpresa. Yo sabía que hace un mes atrás, o incluso más, una lagartija se había metido en la casa. La vi primero en mi habitación un día que desperté y estaba posada sobre, o debajo, el rayo de la luz del sol que penetra entre las terrazas por el patio interno. En cuanto me vio desapareció. Algunas otras veces la vi escamoteándose de aquí para allá. Pensaba que él no la había tenido en cuenta, que no la había visto. Pero no fue así. El sabía de ella tanto como yo. Sabía que los días de sol, eso es casi todos, la lagartija asomaba al sol. Allí donde daba, ella aparecía, aunque sea unos momentos. Luego volvía a desaparecer. Pero esta noche él me sorprendió. Nunca hablamos de nada. Nada de nada. Más allá de cómo fue el trabajo y que sabemos de la familia eso y algún etc. Esta noche vino y me dijo, vení.
Dejé lo que hacía que era beber una cerveza. Pero llevé el vaso y lo seguí hasta la cocina. En un rincón donde casualmente nunca ocupamos con botellas o cosas había simulado una pequeña miniatura de playa de arena y dirigió una lámpara de 300 V que emanaba suficiente calor. Y allí, en su arenal, la pequeña lagartija cargaba su generador de calor a piaccere. Me dijo, vi un documental del nacional geografic y decía que necesitaban calor para su sangre. Y me sonrió. Además, fijáte. Les había sacado un ala a varias moscas y a algún mosquito y cada tanto se los echaba cerca y el pequeño y blanqueado reptil se les echaba encima con un movimiento apenas perceptible. Miré a mi viejo como sonreía como si se le hubieran anunciado que ese era su nuevo hijo. Y así sonreía. Eran días repetidos y aburridos allí. Era una vida rica pero tan vacía como esa playa donde vacacionaba la lagartija que un día llamó Rosario no se porque.
gg.
14/10/2006 1:39:03