Me levanto rápido
y la visión se oscurece.
La puerta donde estaba sentado
ahora esta bañada por la luz de esa cremosa vía láctea.
Cierro.
Dejo afuera los mosquitos que quedan
y voy por una cerveza,
evitando pisar los gatitos camino a la heladera
que juegan conmigo a toda hora
cuando no duermen.
Ayer jugué unos minutos con ellos,
me aburrí, ya no estoy para juegos.
Y fui por un libro
para seguir aburriéndome.
Aquí, en Pinocho el tiempo corre distinto.
Lo sé.
Me lo dijiste
cuando cenábamos Centollas
(o antes o después).
También recuerdo contabas,
una de las noches que no querías dormir sola,
lo de aquel martes trece en que a él lo mataron a tiros
por robar,
por sabor a robar.
Un bardo, dijiste.
Y yo era un bardo,
y no me morí, acá estoy.
¿Ahora donde estás?
Mejor intentaré cenar algo
y tal vez comprenda
porque los gatos se divierten conmigo
G. G.
21.03.007