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miércoles, febrero 08, 2012

reencarnación carne viva 2009-02-25



Estoy mirando desde hace días todas las sombras del piso desde un nuevo punto de vista, las sombras y las otras sombras.
Hoy cerré una ventana, que justo ahora da a mis pies, de una manera diferente, es decir, que no la cerré totalmente, solo la acerqué a su cierre, la entorné. En fin, que miraba el pequeño reflejo que ésta produce hacia el techo gracias a la luz del exterior, un pequeño reflejo semi circular, un halo suave y de color ambarino. Una breve sombra lo recorta un instante.
Nada, el silencio en la noche de silencio del casco antiguo de Marbella, silencio que dura un instante más, como a cámara lenta, sobredimensionando todo. Algunas gotas a través de las paredes, una risa lejana con pasos. O el sonido de la ventana abriéndose... Abro los ojos.
Debo explicarme mejor. Lo que llamo ventana son unas hojas de madera que cubren los cristales de la ventana, unos postigos, y al cerrar éstas, o éstos, o entornar, o pocoabrirocomosediga, se produce el efecto al que me refería. Entonces, que la hoja de madera ésta, que debo aclarar antes que sea tarde fue puerta de una heladera antes, repentinamente y muy suave y con un pequeño sonido quizás algo delator se abrió sin que mediara corriente de aire o cosa cercana en el silencio de la noche de los tiempos. Creo en fantasmas. No me molestan. Al menos los que viven con uno, remordiendo la conciencia y cambiando situaciones en vez de modificarlas. Armonía...
Pero retornemos un poco atrás a el mismo momento en que digo que abro los ojos, o cuento que abro los ojos en una frase en la que vale la redundancia, pues ¿entonces qué? La ventana, postigo, que fue puerta de heladera ¡está abierta! y desde donde llega la luz una mano enorme aparece y ¡me agarra el pie! Intenta quitarme de ésta historia, lo doy por hecho. Es tarde, cerca de las 4 a. m. creo, entonces le lanzo algo para alejarla (tengo un insomnio aberrante hoy) un frasco de mayonesa primero, luego una lata de atún abierta, un trozo de queso triangular, una botella de vino blanco que nunca voy a beber y que abrimos hace años. Ahora todo se torna confuso, porque busco más proyectiles en mi heladera siempre vacía y también caigo en la cuenta de que la mano ahora intenta agarrar algo que está debajo mío. Ya sé lo que es. Estoy resignado. Ha ganado. Intento agarrarme de la rejilla inútilmente, ya no recuerdo como mover los brazos. Y el sopor. El sopor insoportable de todo ésto. La mano agarra el plato donde estoy recostado inmóvilmente. Soy un filete grueso con mucho hueso. Vago, durmiendo.


Gg
Marbella
04.25 a. m. 25/02/09









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