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sábado, noviembre 12, 2005

no me atrevi a poner nombre a

tentando al cielo con las manos
sobre los pies cargados de aire metropolitano
o la caricia de la sangre devuelta a destino

(en flores,
jarras de basiliscos palmotean las fronteras de tu paraíso creíste ámbar la luciérnaga que interpreta la sulfatación del sol en tu mejilla incluso haber sabido un poco de antemano justo antes de la acción alguna de sus consecuencias algo habría cambiado?
batido el dolor el cansancio la soledad y la carne ya medio camino cruzado? como si algunas flores tuvieran los colores que no son
te vi en los ojos un trozo de secreto escapando a un gesto sobre la toalla
como una llamada equivocada se veía el futuro empañado el espejo afeité mi rostro buscando la importancia de la falta de reflejo
la geometría del cristal no siempre dice de nosotros lo que somos
el 89,9% de los sentidos dormidos jamás confirmaran un ápice de eso
el ejercicio de la nostalgia nos tiene a medio hacer
entre la puerta de la heladera y nuestra mano el teléfono de urgencias nos supone una salida fácil, en el caso de no hallar el control de algún trozo de laberinto …)

que bestia no equivoco su culpa alguna vez
con la oportuna razón de sentirse libre?


instigaba la cuna del aire
donde la carne pierde el habla

G. G.
2-9-05

momentos públicos

Era lo mejor
cuando ella y yo
apurados
deseándonos
apenas
sin casi quitarnos las ropas
solo haciéndolas a un lado
ella abriendo sus labios
con un suave gesto
de sus suaves telas
y yo contestando
con otro
pero el resorte
ante la presión
se dilata
y los lugares
donde justo en esos momentos no son públicos
arriesgan la noche dentro del día
y su inverso
así es la maravilla del recuerdo
en el deseo
o el deseo del recuerdo de esa maravilla
que gestionábamos entre sofocados alaridos
detenidos
ante transeúntes
polis
tipos de oscuros trajes
de gente que cree
y otros.

Era lo mejor
corrernos en la iglesia

G. G.
8-005