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sábado, mayo 19, 2007

Pensando en algo así como que estabas ahí



Te planteaste gritar desde el otro lado del vidrio de la botella, justo frente a mi vaso donde miraba justo enfrente cuando un auto verde estaciona y le toca el paragolpes a aquel que estaba detrás suyo, y al delantero muy poco después. El hombre que lo conduce entonces baja y le enciende la alarma al caminar calle abajo mientras mira las ventanas de los edificios. Y el grito en la puerta de tu boca como detenido en algo así como el tiempo, pero ya en tus ojos ese gesto es patente, la apertura, digo, los ojos abiertos, muy abiertos y la boca no precisamente en todo su esplendor, y el grito dentro de ella, a la vista, forzando los pulmones, pugnando por salir. Y cierro apenas los ojos y me preparo a distender el tiempo para ti, no para el resto del mundo porque es inverosímil, un acto inocuo e inútil, un desgaste de energía, si la tuviera, en fin, y conduzco mis manos a los apoyabrazos de la silla con la intención clara de sorprenderme, porque es lo que hago cuando estas a punto de gritar, me sorprendo, pero con una soltura envidiable, con una previsibilidad indiscutible. Y ahí viene el sonido. Llega y el cuerpo responde al encanto como una sinopsis simultánea acompañada por el estallido de campanas, bocinas de buques y tambores africanos, y tu voz, a la que me refiero como un grito, que no es tal sino una tonta aseveración fluctuada por todo aquello que provocan circunstancias más allá de lo consciente, me susurra al oído como un campo verde de espigas atravesado por una corriente de aires cálidos que sí. Que sí.

Una maceta cayó desde un balcón de aquella colmena sobre un auto verde.

g. g.

14.05.007

Breve reseña de aconsejables pérdidas



Pues porque es así. Lo supe temprano el año anterior. Porque arriesgué y estuve con quien quise y cuanto quise. Porque encontré poco y perdí suficiente desde el punto de la rentabilidad. A lo perdido no le noto su ausencia. A lo vivido lo llevo en esta nueva muda de piel. Porque miro atrás y veo los campos, verdes, a punto de cosecharse y cosechados, bajo tantos cielos tanto como sus diferentes luces. Y porque conocí a Cata y tuve a Sofi y mucho. Y porque me quedó grabada su vocecita firme de discurso entre amigos invisibles que dice donde queda España, ese lugar que le marcará la niñez mirándome a mí y a la ventana a la vez, y seriamente afirmando que "arriba de esas nubes", y señala un cielito azul tapado por nubes conglomeradas, justo el día anterior a despedirme de ella vaya uno a saber por cuantos años más. Y claro que rememoro el final de un masaje en un 4º piso de Belgrano, como también las últimas noches de frío en los brazos de una despedida desesperada con unas de las historias de una cuenta cuentos de tango que más me marcó en el vientre caliente de una madrugada.

Entonces da igual perder todo lo que tenés en este mundo. Las mejores fotos del mejor principio, tus últimos libros editados, aquella primera gran novela inconclusa pero encauzada en un verano miramarense, la boda más loca prevista y todo aquel material, o todo aquello material, que indica que es buen momento para comenzar otra vez de cero.

g. g.

13.05.007