Un perro negro al otro lado de la plazoleta entra a una casa de panqueques, y ladra por uno. Además no tiene una pata.
Un hombre en el café a mi lado ríe y le dice a la niña:
- ¿Porqué llorás?
- No te rías. ¡No! ¡Basta!
Alguien, también cerca, lee en voz alta, lenta y pausada, y en inglés, algo sobre Dios. Lee a alguien que mira el cielo y las nubes esperanzada.
-Jejejeje. Bueno. ¿Qué hicieron hoy?
-Caminamos en la playa, como todos los días. Y entramos al Hotel.
-¿Vieron fantasmas?
-¡Tonto! ¡No lloro por fantasmas!
El perro negro se acerca cruzando la calle. Alguien golpea y clava en un techo, muy fuerte, y muy cerca. Alguien pasa y pregunta a otro si tiene gatos siameses o gatos comunes.
El licuado de durazno se calienta al sol.
-¡Nunca vas a ser mi papá!
La niña sube a la bicicleta y se va. Llora.
-¡Chau Llorona!
Baja la vista al Clarín.
El perro negro se rasca bajo una mesa, también peligrosamente cerca.
g. g.
28.12.006
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