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viernes, febrero 22, 2008

Blue whale




La fiebre en determinadas condiciones lumínicas me produce una leve tendencia a la hiperventilación. De acuerdo también al día en que ocurra. Y por supuesto, acorde a la situación.
Por eso, la ballena apareció sobre la playa y nada me animó a pensar que no fuera una alucinación.
Pintábamos un chiringuito en las playas de San Pedro cuando me habló Manci de aquello, ya por entonces arrastraba la fiebre de un segundo día de gripe. Pasadas las 6, al acabar la jornada paramos en el paseo marítimo ya harto de coches. La ballena estaba sobre el borde de la playa. Una ballena azul aposté al verla y luego los medios lo confirmaron. Caminé por los guijarros hasta acercarme bastante, a unos 8 metros y ahí pude ver el animal más grande que he visto en mi vida. Movía hacia arriba y abajo su cola, lenta, como empujando a la playa sin encontrar la marcha hacia atrás, de su lomo salía el chorro de agua vaporizada. Increíble. Mucha gente agolpada allí, mucha, y yo entre ella. Y sin la cámara, como reafirman las leyes de Murphy. Demasiada gente y fiebre no son buenos enemigos, pero me separé un poco y fui playa arriba. Algunas personas echaban cubos de agua sobre el lomo del cetáceo. Una madre y un niño hacia esto, mientras el padre les tomaba fotos para el álbum familiar. Algunos muchachos mostraban sus músculos nadando alrededor del mamífero y hacían cabriolas ante las mujeres agolpadas a un pie de la línea de playa o echaban agua con sus tríceps henchidos. Somos animales de presa, pensé, y soy éste espectáculo sin ser demasiado azul ni ballena. Busque a Manci. Estaba sentado en una piedra, algo alejado, hablando por el móvil. Le grité desesperado nos fuésemos de allí. Totalmente desesperado. Mi fiebre y la gente en la playa saboreando ballena azul. Y la ballena echando chorros de agua con cada vez menos presión por su orificio en el lomo. Imaginé que solo faltaban unos niños haciendo graffiti sobre los costados como muros grises. Encontramos a Li y nos fuimos. No miré atrás pero sabía que el animal aún estaba allí por más que los barcos tiraran desde la cola que empuja hacia la playa.
Murió por la mañana. Diversos restaurantes del lugar pregonaban filetes de ballena, pero ninguno tuvo uno. Ni los japoneses llegaron a tiempo. Una vez muerta la quitaron con una grúa y la aparcaron sobre un camión hacia algún lugar para su estudio, pero junto a la gran aleta caudal pude leer en tinta blanca “This is 4 you”.



Gg
20/02/2008 12:49 a.m.
Marbella

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