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domingo, julio 06, 2008

Pensando en algo así como que estabas ahí







Estabas a punto de gritar desde el otro lado del cristal de la botella, justo frente a mi vaso desde donde miraba la calle de enfrente cuando un auto verde se estaciona y el hombre baja y enciende la alarma al caminar calle abajo mientras levanta la cabeza y busca testigos en las ventanas de los edificios después de chocar, no, solo dar un golpecito al parachoques a aquel que tiene detrás y al que tiene por delante. Y el grito en la puerta de tu boca como detenido en algo así como el tiempo, pero ya en tus ojos ese gesto es patente, la apertura, digo, los ojos abiertos, muy abiertos y la boca no precisamente en todo su esplendor, y el grito dentro de ella, a la vista, forzando los pulmones, pugnando por salir. Y cierro apenas los ojos y me preparo a distender el tiempo para vos, no para el resto del mundo porque es inverosímil, un acto inocuo e inútil, un desgaste de energía si acaso la tuviera, en fin, y conduzco mis manos a los apoyabrazos de la silla con la intención clara de sorprenderme, porque es lo que hago cuando estas a punto de gritar, me sorprendo, pero con una soltura envidiable, con una previsibilidad indiscutible. Y llega el sonido. Llega y el cuerpo recibe el encantamiento como una sinapsis simultánea, acompañada por una combinación de tañidos de campanas, bocinas de buques, tambores africanos, y tu voz, a la que me refiero como un grito, que no es tal, sino una tonta aseveración fluctuada por todo aquello que provocan circunstancias más allá de lo consciente, me susurra al oído, como un campo verde de espigas atravesado por una corriente de aires cálidos, que sí.
Que sí.

Una maceta cae desde un balcón de aquella colmena sobre un auto verde.







g. g.
Marbella, 14.05.007