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sábado, noviembre 19, 2005

De lo continuo, o Moëbius IV

Como si una lamparita del transistor del cerebro se me hubiera apagado, o quemado, intento encarar alguna o casi todas las historias de una manera que me parece interesante pero que siento no lograr desarrollar totalmente. También va esto de acuerdo al tipo de escritura que en ese momento esté haciendo, pero generalmente todo me lleva encaminado, esa es la sensación, hacia ese túnel sin fondo. Siempre me lo pregunto, una y otra vez, hasta con la misma Fotografía.
Cuál es el discurso?
De hecho, ahora me respondo y mil veces antes: ninguno.
Siguiente cuestión. Cualquiera que pueda CREAR lo hace porque lo siente. Luego el resto es una serie de misceláneas. Proponme hacer un par de novelas por un millón de euros y te diré que sí. Pero sólo me ocuparé de distribuirlo para gastarlo y te daré algo que apenas te conforme. Pero dame un beso morocha y te lleno el cielo de palabras concatenadas que conformen ese instante. No me presiones más de lo que me presiono inútilmente. Dame un envión, un hilo conductor hasta levantar el cuerpo de esta realidad concluyente, luego festejemos en el banquete de los ojos de la gente.
Hoy subí a un edificio a sentir el aire que merodea mi nariz. Había una gaviota allí, que miraba no se si asustada o molesta de que le haya interrumpido también su esnifar de lo que la rodea. Minutos después ya habíamos dejado de mirarnos y concordamos, uno en cada punto de la azotea, que algo allí no andaba bien y nos fuimos cada uno por sus medios. Yo volé y ella bajó las escaleras y discutió con el portero respecto a la recogida de los desperdicios orgánicos.
Me deslicé por el mar como en un sueño creo que unos cinco años para terminar atragantado con una lata de paté de Foie en una playa de Sicilia.
Luego busqué otra vida para errar.





G. G.
16-11-005.

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