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jueves, diciembre 22, 2005

Beibi please don´t go!



Miro los atuendos de ese tío y realmente no me cuadran con su cara a primera vista.
Pero volvamos un poco atrás, o no se pregunta a qué viene esto o por qué en ese lugar? El porque tal vez se resuelva durante el relato. Pero también coincido respecto a las casualidades. Yo no necesariamente estuve allí, pero lo vi todo. Y aquello armó un pequeño escándalo en su círculo.
Comienzo esto así. En la terraza de un bar, en Puerto Banús, uno de los sitios más privilegiados por el Jet Set en España.
Estoy bebiendo Havana con cola en la terraza de un bar a la espera de una persona cuando con ruido de neumáticos un Porsche Carrera se detiene en doble fila a un par de metros de donde estoy. Relato en parte la imagen, la del tío, que baja hacia el bar dejando el carro en doble fila aparcado con el motor regulando breve sus v8.
Decía, que el tío aquel baja del carro como un actor setentero y se dirige hacia terraza con sus gafas estilo poli yanqui, bamboleándose con un aire de rebeldía un tanto cursi. Bueno, de más esta decir que calza jeans gastados, tejanas y una remera con la típica sombra del rostro del che pero con fondo verde, y ahí fue donde me puse a replantear un par de cosillas. Pero no importa, sigo. En la remera, sobre un lado, los colores básicos de Benetton. Siempre jugamos cartas grandes en pequeñas apuestas, otros pescan ballenas en sus piscinas y aquí, hermoso mundo del hiper-revés, de pronto el jet set está junto a ti y vos ni lo miras pasar y tiene la cara del Che. Solo eso. El tipo se sienta en la terraza, pide Beffeater con tónica, lo bebe de tres tragos, sin que los tres tigres traguen tres trigos, y le sonríe al sol. Todo le da igual.
Sacaba esa pequeña conclusión para este ejercicio que me había propuesto cuando derivo la mirada al auto que ronronea. En su interior una figura femenina, amante, esposa o lo que fuere, con los afilados rasgos de algo que corta el viento. Afilado y aceitado con el pronto y exhaustivo maquillaje que sobreexagera la belleza natural de una muchacha de unos 17-18 años. Muchacha que gesticula con un móvil. Pelo corto, aro en oreja, nariz y barbilla, timbre de voz agudo y gestos de una tontera sobreactuada maravillosamente.
Conmovido por todo ello seguí describiendo como un ejercicio la escena. En tanto pedí un segundo Havana con Cola. De repente ella lanza un alarido. Ella chilla y baja del carro. Baja del carro con el móvil en la mano y cierra violentamente la portezuela del Porsche que, equilibradamente, de más está decir, se balancea. Con el móvil en la mano se lanza a la terraza con su cuerpo aún algo infantil vestido con colores tan súper contrastados que a veces te preguntas porque no controlan el desequilibrio de los valores cromáticos, pero acepto, me digo, el hecho de la diferencia de culturas. Allá ellos. Ella se viene hacia la terraza hecha una furia y comienza a gritarle, al de la remera verde del Che, en alemán. Grita agudamente y hace movimientos con sus manos y cuerpo y grita y tira una silla y así. Él detrás de las gafas oscuras se levanta, coge un billete de cincuenta euros, los tira sobre la mesa, se encamina al Porsche Carrera, se sienta en él y despega haciendo chirriar los cuatro neumáticos.
Ella se ha quedado mirándole ir. Aunque ya no grita.
Yo he pagado ya mis vueltas y me encamino herido en un ala para preparar una crítica para la nota del jueves, pero antes paso el informe a un programa de TV siempre interesado en las andanzas de R. D. Jr.






G. G.
9-005

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